En el caso de Estados Unidos, al ser uno de los países con mayor peso político en el mundo, es el lugar donde este fenómeno se ve ampliado de forma masiva. Se trata de las elecciones más importantes del mundo y por ello resultan ser un evento mediático que se convierte en el centro de las miradas de millones de personas durante su desarrollo.
Una de las claves en la mediatización del acontecimiento es el sistema electoral estadounidense, basado únicamente en el voto de los 538 miembros del Colegio Electoral. Esos electores se ven repartidos por todos los estados y votan en orden al número de papeletas recibidas.
Eso significa que aún teniendo la mayoría del voto popular, un candidato puede no llegar a proclamarse Presidente si no obtiene la mayoría en el Colegio Electoral, es decir, más de 269 votos.
Esta situación se ha dado en la historia norteamericana un total de cinco veces y dos de ellas han ocurrido en los últimos 20 años. Primero en el año 2000, cuando George W. Bush alcanzó los 50 456 002 votos populares y su contrincante, Al Gore, obtuvo 50 999 897 de papeletas. A pesar de ello Bush recibió 271 votos por parte del Colegio Electoral por los 266 de su contrincante, lo que le confirmó como el Presidente número 43 de los Estados Unidos.
El otro ejemplo ocurrió en las pasadas elecciones hace apenas cuatro años, cuando la demócrata Hillary Clinton obtuvo 65 180 245 votos, pero sólo 232 votos electorales frente a los 62 662 985 votos populares y 306 votos electorales de su contrincante republicano Donald Trump.
(Como curiosidad decir que las cinco veces ha beneficiado a los candidatos republicanos, aunque la primera de todas es de un partido que ya no existe)
